Halloween, una tradición celta que ha trascendido en el tiempo en el mundo entero.

Hoy en día todo el mundo o casi, celebra Halloween.

Halloween es la noche de los muertos, de las calabazas, los disfraces, las golosinas y la fiesta.

Mucha gente piensa que esta tradición viene de EEUU o de Méjico.

Pues no, es celta.

Esta es el verdadero origen y la verdadera significación de esta fiesta mundial.

Los celtas vivían en completa armonía con la naturaleza. Los ciclos de su vida eran los ciclos de la tierra.

Así que ellos dividían su mundo en etapas de la naturaleza. Lo que nosotros llamamos las estaciones del año: Invierno, primavera, verano y otoño.

Pero, principalmente, en dos de estas etapas:

  • la parte del año en que el sol lucía, podían sembrar, cosechar y pastorear
  • y la parte del año más triste, en que el sol no lucía tan a menudo, por lo tanto, hacía frío, la naturaleza parecía estar dormida o muerta y ni cosechas ni nada de nada.

Y, como es lógico, porque el ser humano, necesita poner límites y etiquetas a todo, ellos ponían también sus días que marcaban el final y el principio de cada etapa.

Pues bien, ellos marcaron el final de la etapa estupenda de sol y cosechas el día 31 de octubre. Por supuesto, ellos aún no tenían ni idea de que octubre era octubre, porque aún no habían llegado los romanos a enmendarles la plana.

Ellos lo llamaban Samhain que se pronunciaba, probablemente Sah-uin.

Ahí se acaba lo bueno.

El invierno llegaba al día siguiente y su dios Sol Lugh, para la mayoría de los celtas, se iba a descansar o a echarse una larga siesta hasta la primavera y solo se despertaba de vez en cuando (igual para hacer pipí, quien sabe) y salía un ratito.

El resto del tiempo lucía tímidamente, porque claro, el sol tiene sus obligaciones y puede descansar, pero no desaparecer. Le tenían un miedo terrible a la desaparición del sol.

Quizás por eso, sus vecinos de más al norte, los vikingos que el sol lo veían siempre a medias, aprovechaban el invierno para saquearles. Pero eso es otra historia.

A lo que vamos.

Los celtas, creían que en ese momento en que el Sol, después de tanto trabajar se retiraba a su descanso anual, se abrían una especie de puerta dimensional en la que el mundo de los vivos y de los muertos dejaba grietas por la cuales, los espíritus de los muertos podían entrar, más que en ninguna otra época del año, al mundo de los vivos.

Claro está que los espíritus, sus antepasados, podían ser majos y simpáticos o malignos y perversos con ganas de hacer daño.

Así que ¿Qué hacían los celtas, muy previsores ellos?

Pues darles la bienvenida a los majos y evitar o intentar, por lo menos que no les hicieran daño a los perversos.

Para ello, durante ese día y, sobre todo durante la noche, en la que el Sol no estaba, organizaban toda clase de ceremonias, amuletos, y prácticas varias para conseguir su objetivo.

El Druida comenzaba la Ceremonia de dar las gracias por lo recibido durante el año. No se sabe muy bien como era esta Ceremonia, pero seguro que le hacían ofrendas.

Después, empezaba la Ceremonia de honrar a los espíritus buenos y protegerse de los malos.

Para protegerse de los malos espíritus utilizarían máscaras, danzas y fórmulas mágicas para alejarlos.

Para los buenos, les ofrecían reconocimientos, luz y ofrendas de comida y, sobre todo, les recordaban.

En la creencia celta, nadie muere realmente mientras no se le olvida, cosa que han heredado muy bien en Méjico.

En fin, que la noche de Samhain era a la vez macabra y festiva.

Se encendían hogueras.

Las hogueras son fundamentales: ahuyentan a los animales, a los espíritus malos, proporcionan calor para la noche que ya debía ser bastante fría y servía para marcar el camino a los espíritus buenos y supieran a dónde ir para encontrase con sus seres queridos.

Ofrendas de comida, por si los espíritus tenían hambre.

Danzas y cánticos completaban la fiesta.

Esta celebración de Samhain duró como tal hasta que llegaron los cristianos a evangelizar y convirtieron Samhain en la fiesta de Todos los Santos el día 1 de noviembre. Prohibiendo todas las celebraciones paganas y dejándolo solo para recordar a los difuntos.

Pero… y esto es algo que mucha gente no sabe, hicieron una diferencia.

La noche del 31 de octubre se la cargaron, directamente. Aunque la gente se las apañó para continuar discretamente.

En España, por ejemplo, las familias se reúnen, se comen castañas asadas, boniatos al horno, torrijas y los famosos “huesitos de santo” que son mazapanes, antes con forma de hueso y ahora con formas de todo tipo.

Fíjate que el castaño era uno de los árboles sagrados de los celtas y lo aprovechaban para todo. Además de sus poderes curativos, las castañas tienen la singularidad de que se pueden comer frescas, pero se pueden dejar secar y siguen siendo comestibles, con lo cual, hacer un buen acopio de castañas, era tener una reserva de comida nutritiva para el invierno.

El día 1 de noviembre, comienzo del invierno celta, se convirtió, como he dicho, en el día de Todos los Santos.

Es decir que, como los Santos conocidos, todos tienen su propio día, pero, seguro que hay un montón de Santos anónimos que no han sido reconocidos, había que poner un día para honrarles a todos.

Pero, claro, quedaban los que no eran Santos, es decir que no habían sido lo suficientemente buenos para ser considerados Santos, pero habían sido bautizados.

Para ello, al día siguiente, el 2 de noviembre, pusieron el Día de los Difuntos que son los muertos cristianos.

Vamos que los no bautizados, se quedaban en el limbo.

En la actualidad, como todo el mundo piensa que su ser querido difunto ha sido un santo o porque desconocen que hay un día de los difuntos que es al día siguiente, la gente va al cementerio a honrar a sus difuntos el día 1 de noviembre.

La celebración de Samhain hubiera podido perderse para siempre. Pero…

 

De todos es sabido lo mucho que los irlandeses se aferran a sus tradiciones y que no se las “tumban” así como así.

De hecho, de todos los pueblos emigrados a América, son los únicos (o casi, porque los italianos y griegos también, pero de forma más discreta) que siguen diciendo muy orgullosos que son irlandeses.

Los irlandeses se llevaron consigo la fiesta de Samhain y la celebraron en América en todo su esplendor, lejos de las limitaciones europeas.

Aquello debió gustar y se ha ido pasando de los irlandeses al resto de la población, de los EEUU, sobre todo, y desde allí, poco a poco ha vuelto a nosotros.

El Día de los muertos de Méjico es un poco diferente ya que se trata de la fusión de la festividad que ya tenían los pueblos que ya habitaban allí con la tradición que llevaban los españoles.

Allí, la fiesta (porque es verdaderamente una fiesta y muy alegre), se celebra no la muerte, sino que se honra el recuerdo de los difuntos, poniendo sus fotos o sus recuerdos en un altar y haciendo fiestas en su honor para que nunca sean olvidados.

En eso coinciden con los celtas: Nadie muere de verdad mientras no se le olvida.

Españoles (que provenimos de los celtas) y pueblos precolombinos encontraron un punto en común y la fusión se hizo y les salió una fiesta maravillosa para honrar a los antepasados.

Te podría dar fechas aburridas del proceso de cómo pasó de llamarse Samhain a llamarse Halloween, pero, sinceramente, creo que las fechas te dan igual, como a mí.

De cómo salió el “truco o trato” que es bastante reciente o de porqué se hacen las famosas calabazas, que no deja de ser una fusión de las ofrendas de comida con la luz para indicar el camino.

Pero, yo me quedo con la idea principal de toda esta historia.

Hay una fina línea entre el mundo de los vivos y de los muertos. Quizás sea verdad que, en esos días, por vete tú a saber qué razón cósmica esa línea se difumina la noche del 31 de octubre.

Pero, por encima de todo con esa frase que me llega al alma:

Nadie muere de verdad mientras no se le olvida.

Los celtas, en verdad, eran sabios y nos transmitieron grandes conocimientos.

Cuando celebres Halloween, además de disfrazarte y pasártelo bomba, dedica un ratito a recordar a tus seres queridos. No los olvides.

 

 

 

 

 

 

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